Islas personales, habitadas, olvidadas, agrestes, misteriosas, fantásticas... algunas con calificativos de sobra o insuficientes.
Innegablemente, la isla es una realidad geográfica constantemente metaforizada.
Hay para quienes existe la isla errante: un barco, témpano o persona también pueden adquirir condición de insularidad...
Monólogo frente al Michigan Lake mientras arde un pato (fragmento)
(…)
En La Habana se mete la isla al cuerpo,
ya soy mitad yo y mitad isla
voy lleno de mar y ron y negros y grados centígrados
inútil defenderme del viento
o agarrarme a mí mismo con los puños metidos
en los bolsillos
inútil engañar al cuerpo con la ilusión de que
alguien nos protege:
nadie nos espera detrás de la barricada,
qué soledad la punta del tiempo.
(…)
El texto anterior es del mexicano-catalán Jordi Soler con la idea del humano que adquiere inherente la propiedad de aislamiento, pero ésta tiene también su antítesis como la negación del poeta inglés John Donne, quien ya escribió en el siglo XVII:
Meditación XVII
Ningún hombre es una isla,
entera en sí,
Cada hombre es pieza de continente,
parte del total.
Si el villano es arrastrado por el mar,
Europa se reduce.
cual si fuera promontorio,
cual si fuera coro de amigos,
o fuera propia:
Toda muerte me disminuye,
pues estoy con la humanidad
Así no pidas saber por quién dobla la campana;
dobla por ti.
¿Existen personas - isla? ¿Son transversales al tiempo o al espacio? ¿Cuál es el borde que trastocan? La mexicana Helena Paz Garro, hija del laureado Octavio y la perseguida Elena, tuvo una historia de olvido ensombrecido y atrapó estas palabras en 1982:
Mi isla
Mi isla de oro
tan próxima tan lejana.
La acerco con mis olas.
Busco adivinar lo que encierra su frente
para alcanzar el núcleo de sol
en que se reabsorbe su ser,
las playas blancas de sus pensamientos,
la risa en su alma rumorosa de pájaros.
Se aleja
se convierte en una minúscula canica de oro
y rueda bajo la puerta
para siempre.