En mis investigaciones desde la geografía humana, no importa
cuántos, sino quiénes han ocupado los espacios insulares: qué historias han
forjado, qué huellas han impregnado en su suelo y en su mar.
En el Pacífico mexicano la segunda isla con más habitantes
civiles, después de Cedros, es San Marcos, lugar ocupado por los trabajadores
de una gran mina de yeso, cuya blancura puede ser observada desde fotografía satelital.
En San Marcos se puede hablar de una cultura local vinculada
con el sector minero en un contexto asociado al mar. Isla donde se han formado por
igual trabajadores de la minería, artesanos y beisbolistas en el pueblo más blanquecino
de Baja California Sur y quizá de todo México.
Aunque sobre esta isla queda mucho por decir, basten palabras de la lírica popular que muestran su humanización a través de
la identidad de sus ocupantes u observadores:
Dios te ha formado
para que tú fueras
la estatua de yeso
tibia y tropical.
Tú eres la paloma que de tierra firme
un día de calma salió a navegar.
Pero te quedaste anclada en las olas,
solita y sola allá en altamar.
Si ya tus encantos
se van consumiendo,
yo también me alejo
muy lejos de aquí.
(Canción ranchera Isla San Marcos, por Rafael Mendoza, 1970)
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