miércoles, 6 de noviembre de 2013

La insularidad: nexo entre poblaciones isleñas...



La insularidad: nexo entre poblaciones isleñas.
Visión comparada entre islas de México y Canarias.

Conferencia impartida el viernes 8 de noviembre de 2013 a las 20 h (hora local) por Israel Baxin Martínez, geógrafo mexicano, licenciado por la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.

Semana de la ciencia
Museo Élder de la ciencia y la tecnología
Parque de Santa Catalina s/n, 35007, Las Palmas de Gran Canaria, España


En colaboración con The Clipperton Project



Transmisión en vivo por internet:
12h Baja California
13h Baja California Sur - Sonora
14h resto de México
21h Península Ibérica



Resumen 

Las islas han sido en la historia de la humanidad, territorios que han inquietado a los seres humanos de diversas formas. Han brindado a los científicos, como laboratorios naturales, material para explicar teorías pero también han inspirado a poetas y literatos, ya que tienen a modo de litoral una delgada línea entre realidad e imaginación. En las culturas marítimas previas y en las actuales, siguen encerrando misticismo, mitología y leyendas debido a su diversidad natural y cultural.
A nivel humano, una verdadera isla lo es cuando se encuentra habitada y en ella el espacio adquiere características particulares de la sociedad que la ocupa.
La insularidad es una condición intrínseca a las islas habitadas, en función de factores como su pequeña extensión, lejanía, fragilidad ambiental, dependencia económica y escaso poder político. Pero la insularidad también es una situación que merece abordarse desde un interés social: hay singularidad cultural en cada poblamiento isleño, donde el mar que rodea, une.
Un análisis de la insularidad aplicado al territorio isleño habitado en el Pacífico mexicano requiere una revisión ya que se trata de porciones poco integradas al territorio nacional, como lo demuestra el hecho de que la población insular se encuentre fuera del imaginario colectivo del mexicano promedio, de tradición continental, una situación distinta de las islas Canarias, donde la insularidad se asume y se vive de manera diferente, al menos dentro del archipiélago y sus habitantes.
Esta conferencia propone una visión comparada entre las poblaciones isleñas de México y Canarias, haciendo analogías y subrayando sus singularidades como espacios humanizados.

Se hará partícipe al público asistente mediante la recuperación de ideas sobre atributos de las islas, que provengan de la experiencia propia o de la imaginación, y con la información recuperada y obtenida el trazo literal de una isla concreta; se pretende que el conocimiento singular enriquezca a la colectividad para volverlo significativo. Se formará así un archipiélago de información ejemplificado en los casos de estudio del conferencista, pero también de otras islas que se les asemejen y sean contribución propia de los espectadores.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

¿Islas imaginarias? (parte II)

Era el año 1542, tiempo de los viajes de exploración del denominado “Nuevo mundo”. En las inmediaciones de la isla Clarión, la más alejada de las actuales Revillagigedo, el navegante Ruy López de Villalobos registró la existencia de “un grupo de islas” que llamó de Coral. De acuerdo con los análisis geográficos y documentales e incluso considerando un margen de imprecisión en la información registrada en distancias y rumbos, en esa zona, la única isla que se encuentra en la actualidad es Clarión.
En ese viaje de López de Villalobos que continuó a inicios de 1543 con rumbo al poniente, el explorador declaró el hallazgo de diez islas a las que denominó “De los Jardines”, de las cuales no hay siquiera rastros en los mapas contemporáneos.




La información anterior proviene de un capítulo de libro escrito por Miguel González Avelar (en Cartografía histórica de las islas mexicanas, coordinado por Martín Reyes), reconocido investigador del derecho y la historia de algunas islas mexicanas o que le fueron arrebatadas a nuestro país, como el atolón Clipperton.

Otros estudios históricos que refieren a las navegaciones de López de Villalobos sitúan a los archipiélagos antecitados en pleno rosario de las islas de Oceanía, específicamente en las actuales islas Marshall, debido a la coincidencia de latitud, no así de longitud, en teoría más próximas a la costa de México que a la de Asia. La propia Wikipedia sitúa las islas de los Corales en las actuales Enewetak y Ulithi (Oceanía), la primera de éstas fue escenario de pruebas nucleares norteamericanas a mediados del siglo XX con la consiguiente devastación de su naturaleza original.
Volviendo a la incógnita de que esas islas no coincidieran con algunas de las islas Marshall, que alejadas en tiempo y espacio de las mexicanas Revillagigedo, difícilmente habrían sido alcanzables en pocos días de navegación con la tecnología de aquel momento, cabe destacar que, de entre las hipótesis planteadas por González Avelar es muy probable la desaparición de estas islas en una zona de amplia actividad geofísica, cerca de la “fractura de Clarión”.
Para investigar la posible verificación de islas coralinas o rocosas que se hayan desplomado en la soledad del Pacífico central, entre las Revillagigedo y Hawai se requerirían estudios geológicos, geofísicos u oceanográficos muy específicos. Un planteamiento es que cabe la posibilidad de generación o destrucción de islas en zonas desoladas del océano, y esa vinculación principalmente se debería a la actividad interna del planeta, meramente geológica.
Desprendido de lo anterior, cabe destacar que además del registro histórico, es deseable enfatizar, no la recuperación de lo perdido, sino la valoración de lo propio.
Me viene a la cabeza el caso de la isla Bermeja, en el otro litoral de nuestro país: en el Golfo de México. Se habló en octubre de 2008 de un caso del posible colapso de esta isla por parte del gobierno estadunidense con motivo de la ambición por el petróleo de los llamados “hoyos de dona” en la zona de mayor productividad y explotación de hidrocarburos en la frontera oceánica entre México y el vecino del norte. El senado mexicano prestó importancia a esa isla con motivos de un posible desplazamiento de la línea de soberanía mexicana en caso de que se comprobara su localización próxima a la península de Yucatán, como indicaban algunos mapas antiguos del siglo XVI y catálogos de islas del siglo XIX. Paradójicamente fue hasta 1997 cuando el gobierno mexicano se dio cuenta de que la isla “ya no se encontraba” físicamente, pero hasta once años después salió a colación, si bien en 1946 un compendio geográfico de islas de Manuel Muñoz Lumbier señalaba lo siguiente:
 
"BERMEJA. Esta isla se encuentra marcada en las cartas antiguas y todavía se le asigna la posición en lat. 22º33' N. y 91ª22' W. de Greenwich, 27 millas al N. un cuarto W. de Cayo Arenas, pero a pesar de ello su existencia es dudosa."



Pasaron 467 años desde el registro legendario de Ruy López de Villalobos en el Pacífico y 63 años desde que Muñoz Lumbier había puesto en tela de duda la existencia de otra isla en el Golfo de México… En 2009 se pusieron “manos a la obra”, en la búsqueda de la citada isla Bermeja, por una comisión científica multidisciplinaria que presidió la UNAM mediante siete de sus entidades, entre ellas los institutos de Geografía y de Ciencias del Mar y Limnología. Tras un análisis histórico y cartográfico, en marzo de ese año, se realizó un crucero en el buque “Justo Sierra” que, reforzado con estudios de la batimetría mediante ultrasonido y el complemento de un levantamiento aéreo, concluiría la inexistencia de la isla y de cualquier rastro bajo la columna de agua, en la zona circundante a las coordenadas antecitadas.
Con la información anterior se confirma que hay espacios que aun siendo registrados por el hombre sea por imaginación, percepción engañosa o verdad temporal, pueden convertirse al paso del tiempo en incógnitas, pero en el caso de México, se ha debido sobre todo al olvido y la falta de interés en confirmar y defender lo propio, al menos en cuanto a territorio insular se refiere. Con esta compilación de datos, no se trata de engrandecer la ficción, sino subrayar que más allá de buscar incansablemente lo que se supone perdido, es deber de un país valorar lo que tiene, un buen comienzo es difundir esa riqueza geográfica, histórica y humana, si cabe.
En materia de islas, se perdieron como parte del territorio nacional el archipiélago del Norte, frente a California en favor de Estados Unidos en el siglo XIX y la isla Clipperton en favor de Francia en el siglo XX, además se presume la posible desaparición de las islas del Coral y los Jardines en el Pacífico así como la isla Bermeja en el Golfo de México.
Respecto a lo anterior, serían pertinentes algunos cuestionamientos ¿Qué pasa con nuestras decenas de islas tangibles? ¿Basta la política conservacionista para creer que se les ha dado la importancia merecida? ¿Es necesario que nuestras islas se conviertan en penales o en centros turísticos para prestarles atención? ¿Cuántos mexicanos que viven en la zona continental de México conocen la existencia y realidad de los isleños del país?




FUENTES
* González Avelar, Miguel (1992) “Islas de Coral y los Jardines”, en: Reyes, Martín [coordinador]. Cartografía histórica de las islas mexicanas. México: SEGOB.
* Muñoz Lumbier, Manuel (1946). Las islas mexicanas. México: Secretaría de Educación Pública  (Biblioteca Escuela Popular, 117), p.110.
* Ortuño, José María (2005). “La expedición de Ruy López de Villalobos a las islas del Mar del Sur y de poniente. Estudio histórico-Jurídico”. Anales de Derecho. España: Universidad de Murcia. pp. 249-292.
* Méndez, Enrique y Roberto Garduño (2009). “No encuentran la isla Bermeja”. La Jornada. Sección: Política. 24 de junio de 2009, p.16. Consultado en línea: 

miércoles, 20 de febrero de 2013

Islas, silentes centinelas de los mares mexicanos

Y así…
En el horizonte mismo de nuestra imaginación, se encuentra el otro México. El que no conocemos porque –alejado-, está formado por pequeños territorios que nacieron de la entraña sumergida de la Patria y por lo tanto, a ella pertenecen. El México insular que está bañado por las aguas de todos los mares que hallan en sus orillas un momento de reposo antes de continuar en el largo itinerario que les marcan las corrientes y los vientos.
Al pasar sobre el Caribe, el sol tropieza con la sonrisa de las islas afortunadas antes de entrar en nuestro territorio. Y cuando se aleja, para perderse en el océano, otras islas de vastos archipiélagos, le dirán adiós. Ellas representan con sus nombres sonoros –Socorro, Clarión, Roca Partida- la avanzada lejana y vigorosa de México para afirmar su vecindad con la otra orilla de la Cuenca del Pacífico.


Esas islas que se cuentan por centenas y en su mayoría conservan su hálito atrayente del misterio, constituyen tal vez la última frontera que habremos de conquistar. Ya no en el combate heroico de los tiempos pasados por edificar una nación y defender una causa y una idea. Se trata ahora de una acción más difícil, pero igualmente trascendente y perdurable. Al cabo de largas luchas por afirmar la soberanía del país sobre los territorios emergidos que rodean al macizo continental de México, y reconocida ésta plenamente en un mundo con contornos definidos, debemos incorporar al patrimonio insular en nuestros planes globales de desarrollo. Tal es a un tiempo, la meta y el desafío.
Cada isla tiene su vocación y su destino. Múltiples y diversas, las islas de México no son un todo genérico que pueda recubrir un espacio geográfico homogéneo. Por su historia, su entorno físico, su clima y su biodiversidad, cada una es individual y diferente, aunque todas tengan ese fulgor colectivo de encanto irreal y remoto, cercano únicamente a nuestra propia fantasía.
Las hay de origen volcánico, con relieve atormentado por las convulsiones telúricas que les dieron origen. Pocas conservan actividad; si acaso allá en las Revillagigedo, el aliento azufroso que desde muy lejos se percibe, denuncian la existencia de cráteres convulsionados por materias ígneas. Son la excepción. En la mayoría, los viejos boquerones son ahora albergos para que las aves marinas cumplan con los ritos ancestrales que les impuso la naturaleza. Otras, en el Caribe, coronadas a veces con palmeras para sombrear las playas deliciosas, son producto de la acumulación de corales que con cierta timidez, emergieron de las aguas y a veces, cuando la mar se enoja, vuelven a ser recubiertas hasta que se calman los malos humores. Y están también los cayos, las rocas emergidas, los bajos y médanos que atraen únicamente al marino que conoce las aguas y sabe cómo conducir su embarcación con serenidad y timón firme.
Todas ellas esperan la mano del hombre para poderse transformar e incorporarse así al progreso de México. Algunas se volverán sitios exclusivos para quienes aspiren a un rato placentero de evasión y descanso. Otras, simplemente seguirán cumpliendo su misión de guías para la navegación o refugios privilegiados que aseguren la continuidad de las especies en paraísos naturales intocados. Pero allá donde parece que se acaba el continente, cuando ya no hay nada sino el mar, aparecen de pronto en el horizonte, en el sitio eterno de destino que el dedo de Dios escribió, esas islas, silentes centinelas de los mares mexicanos.


Fuente:
Maldonado, Víctor y Enrique Franco (1993). Islas, silentes centinelas de los mares mexicanos. México: Secretaría de Gobernación. pp. 231-233.


martes, 22 de enero de 2013

¿Islas imaginarias? (parte I)

Si bien este blog ha surgido con la inquietud de dar a conocer información sobre algunas de las islas habitadas de México, desde el post anterior ha habido un impasse respecto a esa categorización, sin alejarme de la labor de registro y difusión de las islas mexicanas y mucho menos del título del propio blog y la fascinación innegable que encierran, sean visibles o enigmáticas. En el post anterior escribí sin exhaustividad sobre las islas como espacios de la poesía y hoy, sobre la fascinación de aquellas otras, también imaginarias, que desaparecidas o no, merecen una mención para confirmar su naturaleza incógnita.
Hace unas horas volví a ver la película “Una aventura extraordinaria” (Life of Pi, basada en la novela homónima, de Yann Martel, dirigida por Ang Lee y protagonizada por Suraj Sharma y Shravanthi Sainath) la cual me ha generado una serie de reflexiones sobre la delgada línea entre fantasía y realidad, la pequeñez del ser humano ante la majestuosidad e imponencia del mar, nuestra relación con otros seres vivos y el planteamiento y necesidad de la fe en la vida de los humanos.
De entre este cúmulo de información y dentro de ese magnífico guión, hay una escena que me hizo reflexionar sobre las geografías ficticias que caben en la realidad como leyendas. Me refiero a una isla que sirvió de remanso a los protagonistas: Pi, el joven hindú y Richard Parker, su compañero involuntario de navegación en medio del océano Pacífico: un tigre de bengala.


Se trata de una isla ficticia, irreal tanto en los mapas y por los paisajes encontrados ahí. Sin embargo, a pesar de la ficción que pueda encerrar un guión cinematográfico, no sería la primera vez que una historia de esa naturaleza aparece en la imaginación de algún creador.
Efectivamente, como sucede en la novela-película, las corrientes marinas provenientes del sureste de Asia con rumbo al norte, arrastran a las embarcaciones pequeñas hacia el Pacífico tropical, con rumbo a la costa mexicana, de igual manera como ocurría en las embarcaciones de la Nao de China, con escala en Filipinas y luego en Acapulco, durante la etapa virreinal de la Nueva España.
Fue precisamente en ese tiempo de navegantes y descubridores, cuando se registraron en el Océano Pacífico los nombres y ubicaciones de ciertas islas que hoy día no se localizan en donde se supone, deberían encontrarse. Destacan dos archipiélagos: las islas del Coral y las de los Jardines, presumiblemente próximas a las actuales Revillagigedo. ¿Dónde se encuentran ahora? ¿Existirían para desaparecer después bajo el océano? ¿Fueron visibles sólo en la mente e imaginación de algunos descubridores? ¿Alguien ha escuchado algo similar sobre otra supuesta isla denominada “Bermeja” en el Golfo de México?
Lanzo esas preguntas al aire (y al “ciberespacio”) para neófitos, nesófilos y humanistas fantasiosos…